Acuarelas

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Gloria Lomas ha vuelto a la acuarela. Éste no es un dato que deba pasar desapercibido porque se trata de un regreso a un terreno que no pisaba desde hacía veinticinco años. Se podría decir que no es la misma artista; desde luego no es la misma persona. En este tiempo Gloria ha visto su arte reconocido, más allá de los límites de su Sevilla de origen, un arte que se caracteriza por convertir lo invisible en ineludible, lo disimulado en monumental. No se trata, por tanto, del regreso a una técnica, por notable que sea, sino del retorno a los paisajes del corazón.

En estas acuarelas ambientadas en el entorno de la gaditana Vejer de la Frontera, Gloria ha escondido una narración entre los pinares y acebuchales de San Ambrosio y Zahora, al abrigo del Levante, entre las dunas de las playas de El Palmar, Mangueta o, más allá, Trafalgar. ¿No es éste el escenario perfecto para el relato de un naufragio?

He aquí el misterio a la vista de esta colección de Gloria; ocultar entre la calma del paisaje la pelea del artista. Atravesar la transparencia del agua con las sombras de la tormenta. Gloria vuelve a la acuarela después de volcar su corazón en una batalla tan quijotesca como la que termina con el loco blandiendo su espada contra las olas del mar. Agotada, encuentra, en este mismo paisaje que ahora muestra, espacio para la reconquista de sí misma. Y gota a gota recupera su espíritu inagotable, con el que empapa el papel y retoma los pinceles.

El reencuentro no ha podido ser más feliz. Era necesario. Soy testigo lejano (pero me llega el relato) de una Gloria enfervorizada, dedicada con renovado esfuerzo a domar y dominar cada trazo de color diluido, enfrentada a una disciplina que ella, maestra en tantas técnicas, no admite traicionar. Ya pasó el tiempo de las traiciones. Debo confesar que ignoraba, cuando ella puso la primera sonrisa en esta casa, la batallas que nos invitaba a compartir. Los que saben me habrían advertido de que la acuarela y el paisaje componen un enigma difícil. Que más allá del agua, como en las cartas náuticas de los tiempos del mar, hay monstruos. Y hay Gloria.

Alain Uceda